La educación como palanca del desarrollo nacional
Una reflexión a propósito de los 40 años del movimiento pedagógico
Han pasado más de doscientos años de las batallas del Pantano de Vargas y del Puente de Boyacá que dieron al traste con tres siglos de dominio de la corona española sobre estas tierras. La guerra continuaría hasta ser derrotado en Ayacucho, en 1824, el último gran ejército español. De las principales tareas que se impuso la lucha independentista cuatro quedaron inconclusas: perdió la so-beranía nacional ante Estados Unidos desde comienzos del Siglo XX, evento íntimamente ligado al atraso industrial de Colombia, fracasó en todos los proyectos de reforma agraria, únicamente se puede afirmar que la desamortización de los bienes de manos muertas se asemeja a un triunfo, el Estado no ha controlado ni controla la totalidad del territorio y nunca ha habido una política real de industrialización.
Ahora bien, la falta de una educación científica se convierte en una traba insuperable para lograr el desarrollo industrial del país. No quiere decir ello que basta con la transmisión de lo más avanzado del conocimiento para garantizar el desarrollo, pero sí que es imprescindible para que la nación avance y las funciones y los objetivos comunes de la Ley General de la Educación se cumplan para bienestar de los colombianos. Se ha intentado dotar al país de esa educación en varias ocasiones, pero dichas iniciativas han sido derrotadas y, por el contrario, se mantuvo el control por parte de la Iglesia durante la colonia y el siglo XIX. En los Siglos XX y XXI se continua con varias reformas educativas al servicio del creciente dominio de los Estados Unidos, hasta llegar a la actual política educativa sustentada en las competencias básicas, laborales, socioemocionales, transversales y ciudadanas.
Con el desarrollo del capitalismo y, específicamente, con la Revolución Industrial, donde el taller es superado por la fábrica, el artesano y el campesino son sustituidos por las crecientes masas de trabajadores asalariados y el intelecto humano construye máquinas como la lanzadera tejedora (1733) y la máquina a vapor (1769), hacen necesaria la generalización de la escuela. La nueva organización productiva, la Producción Fabril, hace imprescindible una educación en todos los niveles. En este nuevo contexto de la sociedad, se hizo necesaria la institución escolar, que no estuviera circunscrita a las clases dominantes, sino que abarcara también, aunque de forma diferente, a las masas de trabajadores, capacitándoles para suplir las cada vez más especializadas y variadas necesidades de la industria y de la economía en general. Marx y Engels señalan el inmenso desarrollo de las fuerzas productivas de la siguiente manera: “en el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandes y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en la rotulación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación” (Manifiesto Comunista), ese desarrollo requirió de decisiones políticas que propendieron por la universalización de la escolarización en todas las naciones de manera progresiva.
No es Inglaterra la nación más avanzada industrialmente la que encabeza el esfuerzo educativo, sino Alemania, dividida políticamente y atrasada económicamente, la que gracias a la decisión de Federico I de Prusia establece la educación pública universal y obligatoria que la conduciría, unificada en torno a Prusia en 1871, a convertirse en el país más culto del mundo y la mayor potencia continental europea. Pese a haber sido derrotada en dos guerras mundiales y haber estado dividida durante más de cuatro décadas se ha mantenido en puestos de gran relieve en la producción y la investigación. Inglaterra implementó desde principio del siglo XIX leyes de instrucción que no tendrían los alcances de las alemanas. Hobsbawn señala que el hecho de que la inmensa mayoría de los inventores que revolucionaron la producción fueran hombres prácticos hizo que no se le diera la importancia debida a la educación y en ella a la teoría. “Lo que sí queda claro tras el examen de la situación científica y educativa inglesa, es que no fue una superioridad científica —localizada ésta más bien en Francia— la que motivó la revolución. Los inventos ingleses se debieron más bien a un desarrollo empírico que a investigaciones de laboratorio. Los inventores británicos eran más mecánicos que físicos”.
La educación pública fue implantada en varios países que siguieron el ejemplo alemán, lo que en palabras de Víctor Hugo significaría que la educación debería ser como el sol y el agua, para todos, es decir, publica y universal.